Ven Señor Jesús

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La sabiduría se reduce a una pregunta

La sabiduría se reduce a una pregunta extremadamente simple; ¿Puedo cambiar esto que no me gusta?. Si todavía cabe hacer algo, ¿Por que sufrir? Saquemos energías desde los sótanos y hagamos el cien por cien para neutralizarlo o transformarlo, parcial o totalmente. En caso contrario, si ya no cabe hacer nada, si todos los horizontes están clausurados, ¿para que preocuparse? Silenciemos las preguntas, cerremos la boca, abandonemos toda resistencia, inclinemos la cabeza apoyandola en las manos benditas y amantes del Padre y la paz sera nuestra herencia

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Ignacio Larrañaga: » Muestrame tu Rostro»


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Jesús te conoce por tu nombre

Jesús te conoce por tu nombre y apellidos y te ama tal como eres.
No necesitas cambiar para que te ame. Por eso, si nadie te quiere, si todos te
rechazan, si eres demasiado anciano o enfermo o pobre o ignorante o
pecador… El te ama y te dice: “Hijo mío, tus pecados te son perdonados”
(Mc 2,5). “No tengas miedo, porque tú eres a mis ojos de gran precio, de
gran estima y yo te amo mucho” (Is 43,4-5). El vino a sanar a los enfermos,
a perdonar a los pecadores, a dar libertad a los oprimidos, a dar amor y
paz a los que tienen destrozado el corazón (Cf Lc 4,18; Is 61,1)

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Del libro: JESÚS EUCARISTÍA, EL AMIGO QUE SIEMPRE TE ESPERA


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Consejos

No digas que no tienes suficiente tiempo. Mira los ojos de la persona con quien hablas. No tengas miedo de decir: no sé! Ten un sueño tras otro y trabaja en realizarlo. Haz pocas cosas pero hazlas bien.

Sé siempre el primero en decir «hola». No dejes que tus posesiones te esclavicen. Agradece, aprecia, reconoce. Sé tú mismo abiertamente. Disfruta de un buen abrazo al día. Invítate a salir de vez en cuando y disfruta de tu propia compañía. Pasa al menos 10 minutos al día en silencio, en paz y serenidad. Haz una buena acción al día. Cuándo hagas una acción mala, perdónate. Siempre hay alguien a quien amar. Búscalo. Cada día haz algo diferente. Aprende a callar, a contemplar y a sorprenderte. Disfruta de tus logros. No seas infiel. Sé honesto y no digas mentiras. Identifica tus dones y vívelos en plenitud. Reconoce qué te pone de malhumor.

Ponte de mal genio sólo cuando valga la pena. De cada adversidad busca qué puedes aprender. Lee más libros y mira menos TV. No busques a quien culpar. Planta un árbol. Educa un hijo. Lee buenos libros. No busques respuestas, busca preguntas, no es suficiente escuchar, aprende a escuchar. Alimenta tu mente con pensamientos y recuerdos agradables. Pregúntate al acostarte: qué aprendí hoy? No le quites la esperanza a alguien. Aprende a hablar y a expresar tus ideas en público.

Reconcíliate con tu pasado y acéptalo como tal. Practica la aceptación y la flexibilidad. Aprende a empatizar, a estar con el otro. Vive ya las historias que contarás a tus nietos. Levántate pronto y agradece el nuevo día. Regala rosas con frecuencia. Da a la gente más de lo que espera. Ama tu trabajo y con quien lo haces. Disfruta los momentos de soledad. No esperes que el dinero te traiga felicidad. Perdona. Perdona. No cargues con resentimientos. Lo que pasó, pasó. Ten siempre presente por qué viniste a este mundo.

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autor: Eduardo Martí F.

del libro de Felipe Santos, Salesiano

 


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El Señor viene en nuestro auxilio

Pero el Señor viene en nuestro auxilio, porque aunque nos hayamos separado de Él voluntariamente, quiere seguir siendo nuestro amigo y darnos lo mejor. Sin embargo, para ir a Dios hay que ir al sacerdote, que será el medio por el que se obrará el milagro de la resurrección espiritual:

Cristo vendrá a tu sepulcro (como al de Lázaro), y ordenará que se aparte la piedra, el peso que el caído se había cargado sobre la espalda. Pudo haberla removido con una sola palabra, porque cuando Cristo manda, hasta la naturaleza insensible obedece. Hubiera podido desplazar la losa del sepulcro con la silenciosa fuerza del milagro, pero quiso que fueran los hombres quienes la quitaran para que comprendiéramos que la gracia de Cristo nos libera del peso de los pecados, de esas piedras que llevan los convictos. Nuestra misión es quitar los pesos; la de Cristo, resucitar, sacar de su sepulcro a los prisioneros, después de haber roto sus ataduras.

Viendo el grave peso que oprime al pecador, Nuestro Señor Jesucristo ordena al difunto: ¡Ven fuera!, es decir, tú que yaces en las tinieblas de la conciencia, en la podredumbre de los delitos, sal de la prisión, proclama tus culpas, para que seas santificado. Con la boca confesamos para obtener la salvación (Rm 10,10). Si llamado por Cristo, manifiestas tu pecado, se romperá tu encerramiento, se quebrarán tus grilletes, aunque el hedor de la putrefacción parezca insoportable.

Y el difunto resucita y Cristo ordena que se desate al pecador: manda que le descubran el rostro, que le quiten el velo que ocultaba el verdadero prodigio operado por la gracia. Es preciso que camine con la cara descubierta, porque le han absuelto; no tiene motivo para avergonzarse quien ha recibido el perdón de sus pecados» (San Ambrosio, Sobre la Penitencia).

Llama la atención lo que dice san Juan cuando fue a resucitar a Lázaro: Jesús se conmovió en su interior y lloró, y los judíos dijeron: «¡Mirad cuánto le amaba!» (Jn 11,36). Jesús llora por el amigo que ha fallecido, y de alguna manera también llora ante el cristiano muerto por el pecado. ¡Cuánto nos quiere el Señor, y cómo debemos llorar nosotros porque le hemos hecho llorar!
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PEDIR PERDÓN A DIOS
Jesús Martínez García


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Perdonar a los demás

Algo extremadamente importante en la vida es perdonar a los que nos han ofendido. Todos, de alguna manera, hemos sufrido las acciones negativas de otros. Hay ocasiones en que los sufrimientos pueden ser realmente muy grandes como ante la violación de una hija, ante el robo de toda la casa, ante el incendio deliberado del negocio, ante el secuestro o el asesinato de un ser querido. En fin, hay infinidad de casos en los que el sufrimiento puede llegar a niveles realmente grandes. Y, cuando no hay una fe en Dios y falta el amor a Dios, qué fácil es caer en el odio y en la venganza. Y por ese camino nunca podrán tener paz.

Hay que perdonar para tener paz, hay que perdonar para sanar. El odio enferma y destruye por dentro.
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AUTOESTIMA, AMOR Y FELICIDAD. P. ÁNGEL PEÑA BENITO O.A.R.


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Con rencor, no hay vida espiritual

Con rencor, no hay vida espiritual. Sin perdón, no hay amor; y, sin amor, ¿para qué sirve la vida? Sin amor, la vida no tiene sentido. Y la autoestima será nula. ¿Acaso el guardar odio y deseos de venganza aliviará los sufrimientos? ¿Acaso una dulce venganza será agradable a Dios? Jesús nos dice que debemos amar a nuestros enemigos y orar por ellos. Y dice: Si vosotros perdonáis a los demás sus faltas, vuestro Padre celestial os perdonará vuestras faltas, pero, si no perdonáis, tampoco vuestro Padre os perdonará vuestras faltas (Mt 6,14-15).
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Me levanto hoy -oración-

Me levanto hoy por una fuerza poderosa, la invocación a la Trinidad, la creencia en la Trinidad, la confesión de la Unidad del Creador del mundo.
Me levanto hoy por la fuerza del nacimiento de Cristo y de su bautismo, por la fuerza de su resurrección y de su ascención, por la fuerza de su venida el día del juicio.

Me levanto hoy por la fuerza de Dios que me guía, por el poder de Dios que me sostiene, por la inteligencia de Dios que me conduce, por el ojo de Dios que mira delante de mí, por el oído de Dios que me escucha, por la palabra de Dios que habla conmigo, por la mano de Dios que me guarda, por el camino de Dios que me precede, por el escudo de Dios que me protege, por el ejército de Dios que me salva de las redes del demonio, de las seducciones de los vicio, de las inclinaciones de la naturaleza, de todos los hombres que me desean el mal, de lejos y de cerca, en la soledad y en la multitud
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La Bendición De Saber Esperar Recibidos

«pero los que  esperan  al  Señor  tendrán  nuevas  fuerzas; levantarán  alas  como  las  águilas;  correrán,  y  no   se cansarán; caminarán, y no se fatigarán» (Isaías 40, 31).

Cuando aprendemos a confiar en el Señor Jesus,  creemos  que nuestra bendición vendrá, aun cuando demore un poco. Nuestra esperanza no desfallece, nuestras energías espirituales  son renovadas, la certeza de la victoria jamás nos abandona. Nos quedamos felices con las conquistas  personales  y  con  las conquistas de los hermanos y amigos. Si nuestros sueños  son realizados en primer lugar, glorificamos a  Dios.  Si  otros nos preceden, glorificamos también. Qué nos importa  es  que en la hora del Señor nuestra bendición llegará.

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Paulo Barbosa 


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Oración del enfermo

¡Oh Dios!, de mi debilidad y mi fortaleza,
de mi tristeza y de mi alegría,
de mi soledad y compañía,
de mi incertidumbre y esperanza.

En la noche de mi enfermedad me pongo en tus manos de Padre:
Alumbra esta oscuridad con un rayo de tu Luz,
abre una rendija a mi esperanza,
llena con tu Presencia mi soledad.

Señor, que el sufrimiento no me aplaste,
para que también ahora
sienta el alivio de tu Amor
y sea agradecido a la generosidad
de cuantos sufren conmigo.
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