Ven Señor Jesús

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¡Orar es algo sencillo!

Tratar a Dios como un amigo, ya que Dios se ha hecho en Jesús esto: un amigo nuestro al hacerse como uno de nosotros.
Entonces, para hablar a Jesús, y en Jesús a Dios, no hay como acudir al Evangelio para saber cómo hemos de hablar con Jesús. Con la misma naturalidad que todos usaban con Él y le exponían sus necesidades. Cualquier situación nuestra tiene su exponente en el Evangelio.
– ¡Señor, que vea!, le decía el ciego.
– ¡Dame de esa tu agua, para no tener más sed!, le pedía la Samaritana.
– ¡Señor, enséñanos a orar!, le decían los discípulos.
– ¡Sálvanos, Señor!, que perecemos!, le gritaron los apóstoles en la barca que se hundía.
– ¡Señor, mándame ir a ti!, le pidió Pedro.
– ¡Señor, ten compasión de mí, que soy un pecador!, murmuraba el publicano.
– ¡Señor, si quieres puedes limpiarme!, le suplicaba humilde el leproso.
– Mira que tu amigo, a quien tanto quieres, está enfermo, mandó a decirle Marta.
– ¡Auméntanos la fe!, le pidieron los discípulos.
– ¡Acuérdate de mí cuando estés en tu reino!, le suplicó el ladrón.
– ¡Señor, danos ese pan!, le pidieron los oyentes cuando prometió la Eucaristía.
– ¡Señor, tú sabes que yo te quiero!, le protestaba Pedro.
– ¡Mira, Jesús, que no tienen vino!, se limitó a decir María por los otros cuando los vio en apuros…
Así, así le hablaban a Jesús. Imposible mayor sencillez. Y Jesús no dejó de atender ningún deseo.

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La sabiduría se reduce a una pregunta

La sabiduría se reduce a una pregunta extremadamente simple; ¿Puedo cambiar esto que no me gusta?. Si todavía cabe hacer algo, ¿Por que sufrir? Saquemos energías desde los sótanos y hagamos el cien por cien para neutralizarlo o transformarlo, parcial o totalmente. En caso contrario, si ya no cabe hacer nada, si todos los horizontes están clausurados, ¿para que preocuparse? Silenciemos las preguntas, cerremos la boca, abandonemos toda resistencia, inclinemos la cabeza apoyandola en las manos benditas y amantes del Padre y la paz sera nuestra herencia

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Ignacio Larrañaga: » Muestrame tu Rostro»


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Oración por nuestros hijos

Señor, Padre todopoderoso,
te damos gracias por habernos dado estos hijos.

Es una alegría para nosotros,
y las preocupaciones,
temores y fatigas
que nos cuestan,
las aceptamos con serenidad.

Ayúdanos a amarlos sinceramente.
A través nuestro has hecho surgir vida;
desde toda la eternidad 
tú los conocías y amabas.

Danos sabiduría para guiarlos
paciencia para instruirlos
vigilancia para 
acostumbrarlos al bien
mediante nuestro ejemplo.

Fortaleces nuestro amor
para corregirlos 
y hacerlos más buenos.

Es tan difícil a veces comprenderlos
ser como ellos nos desean, ayudarlos a hacer su camino.

Enséñanos tú Padre
bueno por los méritos de Jesús tu Hijo y Señor nuestro.

Amén

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Consejos

No digas que no tienes suficiente tiempo. Mira los ojos de la persona con quien hablas. No tengas miedo de decir: no sé! Ten un sueño tras otro y trabaja en realizarlo. Haz pocas cosas pero hazlas bien.

Sé siempre el primero en decir «hola». No dejes que tus posesiones te esclavicen. Agradece, aprecia, reconoce. Sé tú mismo abiertamente. Disfruta de un buen abrazo al día. Invítate a salir de vez en cuando y disfruta de tu propia compañía. Pasa al menos 10 minutos al día en silencio, en paz y serenidad. Haz una buena acción al día. Cuándo hagas una acción mala, perdónate. Siempre hay alguien a quien amar. Búscalo. Cada día haz algo diferente. Aprende a callar, a contemplar y a sorprenderte. Disfruta de tus logros. No seas infiel. Sé honesto y no digas mentiras. Identifica tus dones y vívelos en plenitud. Reconoce qué te pone de malhumor.

Ponte de mal genio sólo cuando valga la pena. De cada adversidad busca qué puedes aprender. Lee más libros y mira menos TV. No busques a quien culpar. Planta un árbol. Educa un hijo. Lee buenos libros. No busques respuestas, busca preguntas, no es suficiente escuchar, aprende a escuchar. Alimenta tu mente con pensamientos y recuerdos agradables. Pregúntate al acostarte: qué aprendí hoy? No le quites la esperanza a alguien. Aprende a hablar y a expresar tus ideas en público.

Reconcíliate con tu pasado y acéptalo como tal. Practica la aceptación y la flexibilidad. Aprende a empatizar, a estar con el otro. Vive ya las historias que contarás a tus nietos. Levántate pronto y agradece el nuevo día. Regala rosas con frecuencia. Da a la gente más de lo que espera. Ama tu trabajo y con quien lo haces. Disfruta los momentos de soledad. No esperes que el dinero te traiga felicidad. Perdona. Perdona. No cargues con resentimientos. Lo que pasó, pasó. Ten siempre presente por qué viniste a este mundo.

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autor: Eduardo Martí F.

del libro de Felipe Santos, Salesiano