Ven Señor Jesús

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Necesitamos sanar las heridas

Necesitamos sanas las heridas. Somos los sembradores de la paz y de la esperanza en el mundo. Si no sanamos, una por una, las heridas, pronto comenzaremos a respirar por ellas, y por las heridas sólo se respira resentimiento.

El sujeto que rememora los sucesos dolorosos se parece al que toma en sus manos una braza ardiente. La persona que alimenta el rencor contra el hermano es como la que atiza la llama de la fiebre. ¿Quién se quema? ‘ Quien sufre más: el que odia o el que es odiado; el que envidia o el que es envidiado? Lo que siento en contra del hermano me destruye a mí mismo

Es ridículo que yo viva encendido en ira contra el que me hizo aquello, cuando él sigue feliz «bailando» en la vida, tan despreocupado de mí que ni siquiera le interesa si estoy vivo o muerto. ¿A quién perjudica esa ira?

La vida se nos ha dado para ser felices y hacer felices. Haremos felices en la medida que seamos felices. El padre nos puso en un jardín. Somos nosotros los que transformamos el jardín en valle de lágrimas con nuestra falta de fe, de amor y sabiduría.

Autor. Ignacio Larrañaga—Muéstrame tu Rostro


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Desplazar al “YO”.

Desplazar al «YO».
La alabanza tiene como fruto desplazar al hombre del centro de la escena y colocar a Dios en el centro como autor de toda acción. Por tanto, la alabanza nos hace recordar lo pequeño que somos y lo grandioso que es Dios. Nos da cierto grado de humildad, siempre y cuando yo este en la disposición de recibirla. Cuando nos despojamos del «yo» podremos repetir como Pablo: «…con el rostro descubierto reflejemos como un espejo la gloria del Señor…» (2Cor 3,18)

Fuente: Renovación Carismática


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La Confesión o Reconciliación

La Confesión o Reconciliación es el Sacramento mediante el cual Dios nos perdona los pecados cometidos después del Bautismo y recuperamos la vida de gracia, es decir, la amistad con Dios.
Es la gran oportunidad que tenemos para acercarnos de nuevo a Dios que es nuestra verdadera felicidad.
La confesión no es un sacramento de tristeza, sino de alegría, es el sacramento del hijo arrepentido que vuelve a los brazos de su Padre.
No es el Sacramento del final de nuestra vida, sino el que nos da la oportunidad de empezar una nueva vida cerca de Dios.

Catholic.net


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En cada cosa pequeña hay un ángel

Es verdad. Todos los días, a cada hora, pasan muchas cosas. Todas muy importantes, aunque nosotros no nos demos cuenta ni prestemos atención. Y esto me parece maravilloso, sublime. Las cosas importantes no necesitan ni nuestras cámaras, ni nuestras primeras planas. Suceden y basta. Esas cosas pequeñas, insignificantes, de poca monta, sin importancia son las más importantes, porque las cosas pequeñas que nada parecen son las que dan la paz.¡Pero qué razón tenía Bernanos al escribir: «En cada cosa pequeña hay un ángel»! Es encantador cambiarse los prismáticos y ver la vida de otro color, con otros ojos.

No nos amarguemos la vida. No importa los millones que no tenemos. En las tardes de primavera y de verano contemplemos desde la ventana las estrellas: no son miles, sino miles de millones. Y todas son nuestras, como los millones de segundos de vida que galopan por nuestras venas.

Y hay gente que vive estancada, arrinconada como ficha muerta en el ajedrez de la desilusión y del hastío. La tristeza es el deporte más practicado. Y lo peor es que se propaga como epidemia y contagia a todos los de alrededor.

 

La dicha está ahí, a nuestro lado. Crece con nosotros, arde en nuestro corazón.


Autor: Marcelino de Andrés y Juan Pablo Ledesma