Ven Señor Jesús

Blog


Deja un comentario

Cuando te asusta el futuro

««Por eso os digo: No andéis preocupados por vuestra vida, qué comeréis, ni por vuestro cuerpo, con qué os vestiréis. ¿No vale más la vida que el alimento, y el cuerpo más que el vestido? Mirad las aves del cielo: no siembran, ni cosechan, ni recogen en graneros; y vuestro Padre celestial las alimenta. ¿No valéis vosotros más que ellas? Por lo demás, ¿quién de vosotros puede, por más que se preocupe, añadir un solo codo a la medida de su vida? Y del vestido, ¿por qué preocuparos?

Observad los lirios del campo, cómo crecen; no se fatigan, ni hilan. Pero yo os digo que ni Salomón, en toda su gloria, se vistió como uno de ellos. Pues si a la hierba del campo, que hoy es y mañana se echa al horno, Dios así la viste, ¿no lo hará mucho más con vosotros, hombres de poca fe? No andéis, pues, preocupados diciendo: ¿Qué vamos a comer?, ¿qué vamos a beber?, ¿con qué vamos a vestirnos? Que por todas esas cosas se afanan los gentiles; pues ya sabe vuestro Padre celestial que tenéis necesidad de todo eso. Buscad primero el Reino de Dios y su justicia, y todas esas cosas se os darán por añadidura. Así que no os preocupéis del mañana: el mañana se preocupará de sí mismo. Cada día tiene bastante con su propio mal.»
Mateo 6, 25-34


Deja un comentario

No temas

Así dice el Señor: «no tengas miedo, pues te he rescatado. Yo te llamé por tu nombre, y tú eres mío, cuando atravieses las aguas, estaré contigo; cuando cruces los ríos, no te ahogarás; cuando pases entre brasas, no te quemarás, y no te abrasarán las llamas, porque yo, el Señor, soy tu Dios. Tú eres valioso a mis ojos, eres honorable y yo te amo; no temas porque yo estoy contigo.»
Isaías 43, 1-5


Deja un comentario

Un amigo de Jesús

Sabes, Dios conoce nuestras intenciones. Nada escapa a su mirada, ni el más escondido de nuestros pensamientos. Todo ha de ser puro y santo para acercarse a Él. Por eso nos ayuda por medio de nuestras Santa Madre Iglesia. Con el sacramento de la Reconciliación limpia nuestra alma de los pecados y con el resto de los sacramentos nos da las fuerzas, el alimento espiritual que necesitamos para conservar la gracia.

Tengo un amigo al que Jesús lo cambió. Es un enamorado de Jesús, uno de esos «locos enamorados» que han perdido el miedo al qué dirán y habla abiertamente de Jesús. Creo que te agradaría conocerlo. Una vez lo escuché hablar en un programa de radio. Me emocioné al comprobar tanto amor por la Eucaristía, por la Iglesia, por Dios… Sus palabras se llenaron de dulzura cuando pronunció el nombre de «Jesús».

«Jesús ha ido transformando mi vida y la tuya y la de tantos que nos hemos vuelto al Señor de todo corazón. Y que no quepa duda, ya no pertenecemos al mundo, pertenecemos a Jesucristo. Yo lo digo con toda confianza y lo digo hasta con orgullo, porque mi orgullo es Jesús.

Acostúmbrate a decir: «Jesús te amo», «Jesús yo siempre te amaré». Dile varias veces al día: «Jesús te amo», esto ha de ser una jaculatoria, pero también una oración, «Jesús, yo te amo». Díselo, hermano, porque Él es el amor y cuando tú dices: «Jesús yo te amo», Él te inunda con su Amor, y cuando ese amor te inunda, no puede caber la tristeza. Por eso es que decimos que no pueden haber cristianos tristes. Los cristianos tristes son aquellos no tienen a Cristo, porque no conocen a Jesús. Tienen a un Jesús histórico, a un Jesús que todavía está en el sepulcro. El Jesús que nosotros tenemos está con nosotros donde quiera que estemos.

En mi corazón hay un sello y ese sello dice: «Jesús».

El pasado atrás quedó, sepultado. Quedó en el sepulcro, porque la vida nueva que tenemos es la vida de Jesucristo.
Deja que Jesús permanezca siempre, no solamente en tus labios, sino en tu corazón. Ese es el santuario de Jesús. Que tu corazón sea un santuario para Jesús, que Cristo pueda entrar, morar y estar allí permanentemente contigo».

¿Qué hace ahora este amigo con su vida? El Amor Divino entró en su alma, sanó su vida, perdonó sus pecados, y ahora vive con Jesús en su corazón. Vive para Jesús.

Solemos encontrarnos y nos maravillamos de las cosas que Dios hace con nosotros. A veces le pregunto:
-¿A dónde te lleva Dios?
Y sonreímos felices, porque Dios siempre nos llena con proyectos nuevos.

Hoy estuvimos conversando y le volví a preguntar:
-¿Dónde te lleva Dios?
-A Jesús –respondió.
-Y, ¿a dónde te lleva Jesús?
-A Dios.

Autor: Claudio De Castro


Deja un comentario

La oración:1

Nunca debo cansarme de pedir a Dios lo que necesito. No es que Dios desconozca mis necesidades, pero quiere que acuda a él. Si no me lo concede, será porque no se lo pido bien, porque no me lo merezco o porque no me conviene. En ese caso, me dará otra cosa; pero la oración que sube al cielo nunca vuelve vacía. Como una madre que cuando un niño le pide un cuchillo con el que se puede cortar, no se lo da; pero le da un juguete. Y en caso de que en los planes de Dios esté dejarnos una cruz, nos dará fuerzas para llevarla. Dijo San Agustín : «Señor, dame fuerzas para lo que me pides, y pide lo que quieras». En nuestras peticiones se sobreentiende siempre la condición de si es bueno para la salvación eterna.

Hay una cosa que ciertamente Dios está deseando concedérnosla en cuanto se la pidamos. Es la fuerza interna necesaria para vencer las tentaciones del pecado. Sobre todo, si lo pedimos mucho y bien, Dios nos concederá la salvación eterna de nuestra alma. Cuando se piden cosas absolutamente buenas para uno mismo, si se piden bien, la eficacia de la oración es infalible. Aunque a veces Dios modifica la petición en cuanto a las circunstancias, tiempo, etc.

Si es para otro, puede ser que éste rechace la gracia: conversión de un pecador. Dios nos exige un mínimo de buena voluntad. Él lo pone casi todo; pero hay un casi nada, que depende de nosotros.

Pero la vida de la gracia, además de respirar, necesita -lo mismo que la vida natural- alimentarse. Dios también nos ha dado un alimento para la vida sobrenatural de la gracia. Ese alimento es la Sagrada Comunión, el verdadero Cuerpo del mismo Jesucristo bajo la apariencia de pan, que se guarda en el sagrario y es la Sagrada Eucaristía. Es el recuerdo que Jesucristo nos dejó antes de subir al cielo. Él se iba, pero al mismo tiempo quiso quedarse con nosotros, hasta el fin de los siglos, en el sagrario.


Autor: P. Jorge Loring


2 comentarios

Reflexión: La Roca

Un hombre dormía en su cabaña cuando de repente una luz iluminó la habitación y apareció Dios. El Señor le dijo que tenía un trabajo para él y le enseñó una gran roca frente a la cabaña. Le explicó que debía empujar la piedra con todas sus fuerzas. El hombre hizo lo que el Señor le pidió, día tras día. Por muchos años, desde que salía el sol hasta el ocaso, el hombre empujaba la fría piedra con todas sus fuerzas… y esta no se movía.

Todas las noches el hombre regresaba a su cabaña muy cansado y sintiendo que todos sus esfuerzos eran en vano. Como el hombre empezó a sentirse frustrado Satanás decidió entrar en el juego trayendo pensamientos a su mente: has estado empujando esa roca por mucho tiempo, y no se ha movido.

Le dio al hombre la impresión que la tarea que le había sido encomendada era imposible de realizar y que él era un fracaso. Estos pensamientos incrementaron su sentimiento de frustración y desilusión.

Satanás le dijo: por qué esforzarte todo el día en esta tarea imposible. Solo haz un mínimo esfuerzo y será suficiente.

El hombre pensó en poner en práctica esto pero antes decidió elevar una oración al Señor y confesarle sus sentimientos: «Señor, he trabajado duro por mucho tiempo a tu servicio. He empleado toda mi fuerza para conseguir lo que me pediste, pero aún así, no he podido mover la roca ni un milímetro. ¿Qué pasa? ¿Por qué he fracasado? «.

El Señor le respondió con compasión: Querido amigo, cuando te pedí que me sirvieras y tu aceptaste, te dije que tu tarea era empujar contra la roca con todas tus fuerzas, y lo has hecho. Nunca dije que esperaba que la movieras. Tu tarea era empujar.

Ahora vienes a mi sin fuerzas a decirme que has fracasado, pero ¿en realidad fracasaste? Mírate ahora, tus brazos están fuertes y musculosos, tu espalda fuerte y bronceada, tus manos callosas por la constante presión, tus piernas se han vuelto duras. A pesar de la adversidad has crecido mucho y tus habilidades ahora son mayores que las que tuviste alguna vez.

Cierto, no has movido la roca, pero tu misión era ser obediente y empujar para ejercitar tu fe en mi. Eso lo has conseguido. Ahora, querido amigo, yo moveré la roca.

Algunas veces, cuando escuchamos la palabra del Señor, tratamos de utilizar nuestro intelecto para descifrar su voluntad, cuando en realidad Dios solo nos pide obediencia y fe en él. Debemos ejercitar nuestra fe, que mueve montañas, pero conscientes que es Dios quien al final logra moverlas.

Cuando todo parezca ir mal… solo ¡EMPUJA!
Cuando estés agotado por el trabajo… solo ¡EMPUJA!
Cuando la gente no se comporte de la manera que te parece que debería… solo ¡EMPUJA!
Cuando no tienes más dinero para pagar tus cuentas… solo ¡EMPUJA!
Cuando la gente simplemente no te comprende… solo ¡EMPUJA!
Cuando te sientas agotado y sin fuerzas… solo ¡EMPUJA!
Hay rocas imposibles de mover o de cambiar. Tal vez ESA no es nuestra misión.


Deja un comentario

Virtudes Teologales: II. Caridad

Amor a Dios:

Amarás al señor tu Dios, con todo tu corazón, toda tu alma y toda tu mente. Mateo 22, 37-38
Quien ama al padre o a la madre más que a mí, no es digno de mí. Mateo 10, 37

No todo el que dice «Señor, Señor», entrará en el reino de los cielos, sino el que hace la voluntad de mi Padre. Mateo 7, 21
Si me amáis, guardaréis mis mandamientos. Juan 14, 15

Permaneced en mi amor guardando mis mandamientos. Juan 15, 9-10
A la pecadora: le son perdonados su muchos pecados, porque amó mucho. Lucas 7, 47
Si uno dice «Amo a Dios» y aborrece a su hermano, es mentiroso. 1 Juan 4, 20

Ni tribulación, ni persecución, ni muerte nos separará del amor de Cristo. Romanos 8, 35-39
Ni ojo vio, ni oído oyó lo que Dios preparó a los que le aman. I Corintios 2, 9-10


Deja un comentario

Timoteo II

«No tengas miedo de dar la cara por nuestro Señor»

Querido hermano:
Aviva el fuego de la gracia de Dios que recibiste cuando te impuse las manos; porque Dios no nos ha dado un espíritu cobarde, sino un espíritu de energía, amor y buen juicio. No tengas miedo de dar la cara por nuestro Señor y por mí, su prisionero. Toma parte en los duros trabajos del evangelio, según las fuerzas que Dios te dé. Ten delante la visión que yo te di con mis palabras sensatas, y vive con fe y amor cristiano. Guarda este tesoro con la ayuda del Espíritu Santo, que habita en nosotros.