Jesús dijo, levántate, toma tu camilla y vete a tu casa – Jn 5,1-9
Me da la impresión de que la mayor parte de nuestra vida nos la pasamos postrados, como si el peso nos obligara a arrastrarnos. Algunas veces estamos como muertos: no sentimos las llamadas de Dios, no parece que Jesús haya venido a nuestras vidas para darnos vida abundante; otras veces somos como el paralítico de la piscina y somos incapaces de caminar, de seguirle… necesitamos de alguien que nos ayude
¿De qué situaciones de muerte y postración quiere Jesús que nos levantemos? ¿Cuáles son nuestras parálisis? En Betesda, que puede traducirse como «casa de la misericordia», Jesús se encontró con muchos enfermos postrados. Una tradición popular afirmaba que una vez al año el ángel movía las aguas y el primer enfermo que se sumergía en ella quedaba curado. Para muchos era más cómodo permanecer inactivos, sin vida, ante la piscina, esperando todo de arriba
El paralítico al que voy a referirme llevaba 38 años enfermo, hundido en la angustia que le producía constatar que nunca podría curarse. El rasgo que caracteriza a este hombre es la desesperanza y la impotencia
Jesús , al mirar aquella multitud de enfermos se fija en el más necesitado, su caso es tan desesperado que no solo puede ayudarse a si mismo, sino que se ha resignado a esa triste situación. Tiene a un paso la salvación, pero está tan enfermo que ha perdido toda esperanza de curación. Jesús se le acerca y le hace una pregunta directa: ¿Quieres Curarte?. La otra alternativa es preferir continuar lamentándose. Esta pregunta, que Jesús nos hace a nosotros también, es fundamental porque nos pone en la disyuntiva de decidir si estamos dispuestos a levantarnos y caminar
En «La casa de la misericordia» vivimos los llamados a recibir el favor de la misericordia de Dios. Unos recibiremos unas piernas nuevas para seguir a Jesús, otros unos ojos nuevos para descubrirlo vivo, otros, unas manos capacitadas para el servicio. Jesús nos dice hoy: ¿Qué milagro de la misericordia necesitas? Solo tenemos que estar preparados para, después de tomar nuestra camilla y decirle al mundo quien nos ha curado y convertirnos en servidores de la misericordia de Dios y ayudar a otros encontrarse con Jesús. Hoy, Jesús te pregunta: ¿Quieres curarte? ¿Qué le respondes?
Tomado de » A Orar se aprende orando»
Ana Ma. Camara Menéndez, stj