Ven Señor Jesús

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Anhelo de renovación interior (Salmo 51)

8 Tú amas la sinceridad del corazón 
y me enseñas la sabiduría en mi interior.

9 Purifícame con el hisopo y quedaré limpio; 
lávame, y quedaré más blanco que la nieve.

10 Anúnciame el gozo y la alegría: 
que se alegren los huesos quebrantados.

11 Aparta tu vista de mis pecados 
y borra todas mis culpas.

12 Crea en mí, Dios mío, un corazón puro, 
y renueva la firmeza de mi espíritu.

13 No me arrojes lejos de tu presencia 
ni retires de mí tu santo espíritu.

14 Devuélveme la alegría de tu salvación, 
que tu espíritu generoso me sostenga:

15 yo enseñaré tu camino a los impíos 
y los pecadores volverán a ti.

16 ¡Líbrame de la muerte, Dios, salvador mío, 
y mi lengua anunciará tu justicia!

17 Abre mis labios, Señor, 
y mi boca proclamará tu alabanza. 

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Jesús te conoce por tu nombre

Jesús te conoce por tu nombre y apellidos y te ama tal como eres.
No necesitas cambiar para que te ame. Por eso, si nadie te quiere, si todos te
rechazan, si eres demasiado anciano o enfermo o pobre o ignorante o
pecador… El te ama y te dice: “Hijo mío, tus pecados te son perdonados”
(Mc 2,5). “No tengas miedo, porque tú eres a mis ojos de gran precio, de
gran estima y yo te amo mucho” (Is 43,4-5). El vino a sanar a los enfermos,
a perdonar a los pecadores, a dar libertad a los oprimidos, a dar amor y
paz a los que tienen destrozado el corazón (Cf Lc 4,18; Is 61,1)

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Del libro: JESÚS EUCARISTÍA, EL AMIGO QUE SIEMPRE TE ESPERA


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Consejos

No digas que no tienes suficiente tiempo. Mira los ojos de la persona con quien hablas. No tengas miedo de decir: no sé! Ten un sueño tras otro y trabaja en realizarlo. Haz pocas cosas pero hazlas bien.

Sé siempre el primero en decir «hola». No dejes que tus posesiones te esclavicen. Agradece, aprecia, reconoce. Sé tú mismo abiertamente. Disfruta de un buen abrazo al día. Invítate a salir de vez en cuando y disfruta de tu propia compañía. Pasa al menos 10 minutos al día en silencio, en paz y serenidad. Haz una buena acción al día. Cuándo hagas una acción mala, perdónate. Siempre hay alguien a quien amar. Búscalo. Cada día haz algo diferente. Aprende a callar, a contemplar y a sorprenderte. Disfruta de tus logros. No seas infiel. Sé honesto y no digas mentiras. Identifica tus dones y vívelos en plenitud. Reconoce qué te pone de malhumor.

Ponte de mal genio sólo cuando valga la pena. De cada adversidad busca qué puedes aprender. Lee más libros y mira menos TV. No busques a quien culpar. Planta un árbol. Educa un hijo. Lee buenos libros. No busques respuestas, busca preguntas, no es suficiente escuchar, aprende a escuchar. Alimenta tu mente con pensamientos y recuerdos agradables. Pregúntate al acostarte: qué aprendí hoy? No le quites la esperanza a alguien. Aprende a hablar y a expresar tus ideas en público.

Reconcíliate con tu pasado y acéptalo como tal. Practica la aceptación y la flexibilidad. Aprende a empatizar, a estar con el otro. Vive ya las historias que contarás a tus nietos. Levántate pronto y agradece el nuevo día. Regala rosas con frecuencia. Da a la gente más de lo que espera. Ama tu trabajo y con quien lo haces. Disfruta los momentos de soledad. No esperes que el dinero te traiga felicidad. Perdona. Perdona. No cargues con resentimientos. Lo que pasó, pasó. Ten siempre presente por qué viniste a este mundo.

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autor: Eduardo Martí F.

del libro de Felipe Santos, Salesiano

 


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Sé sincero contigo mismo

Sé sincero contigo mismo y con Dios. Aunque te pese haberlo hecho o haberlo omitido, eso ha sido tuyo, fruto de tu libertad. Y aunque te pueda costar, sácalo a la luz de tu interior y, después, muéstralo al sacerdote, como dijo el Señor a un leproso (Lc 17,14). Si lo reconoces, no importa lo que haya sido ni su gravedad, pues «aunque vuestros pecados sean rojos como la grana, se volverán blancos como la lana» (Is 1,18).

Es malo cometer el pecado, pero es peor que se pudra en el interior, imaginando que «no ha pasado nada» y que con el tiempo desaparecerá. Así tampoco desaparecen las heridas, que, si se ocultan, acaban mucho peor y duelen más.

Dios nos conoce muy bien y sabe lo que nos puede dar la salud espiritual (en latín la palabra salus significa tanto la salud como la salvación) y nos ha dado el remedio para curarnos y ser felices,

Ten confianza hijo, ten confianza hija, vuelve a decirnos el Señor como dijo a los que a Él se acercaban para ser curados (Mt 9,22). Lo que ahora importa es que te pongas de rodillas delante de Dios, reconozcas tus errores y le pidas perdón. Si te confiesas pecador, Él no te condena, te perdona, y podrás saborear lo que decía el salmista: «Gustad y ved qué bueno es el Señor» (Salmo 34,9).

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Pedir perdón a Dios
Jesús Martinez García


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Por eso doblo mis rodillas ante el Padre

Epístola a los Efesios

Efesios 13-19

13 Por lo cual os ruego no os desaniméis a causa de las tribulaciones que por vosotros padezco, pues ellas son vuestra gloria. 
14 Por eso doblo mis rodillas ante el Padre, 
15 de quien toma nombre toda familia en el cielo y en la tierra, 
16 para que os conceda, según la riqueza de su gloria, que seáis fortalecidos por la acción de su Espíritu en el hombre interior, 
17 que Cristo habite por la fe en vuestros corazones, para que, arraigados y cimentados en el amor, 
18 podáis comprender con todos los santos cuál es la anchura y la longitud, la altura y la profundidad, 
19 y conocer el amor de Cristo, que excede a todo conocimiento, para que os vayáis llenando hasta la total Plenitud de Dios. 

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“No te condeno”

Es entonces cuando miramos a Dios y le decimos: “aparta de mi pecado tu vista”. Pero también es cuando Dios nos quisiera decir: “si ya te he perdonado, si ya te he dicho lo mucho que te quiero. ¿Por qué sufres, por qué abres la herida, por qué estás tanto tiempo recordando algo que Yo he olvidado? Te quiero mucho, no lo olvides. Recuerda que soy Dios y Padre, que amo a cada uno de mis hijos”.

Sí, tenemos que abrir el corazón para escuchar, serenamente, con alegría, que Dios no lleva un registro indeleble en el que fije para siempre nuestras faltas. El pasado ha quedado atrás, como pasado, y no debe atarnos ni impedir el inicio de nuevos vuelos. Vivimos en un presente magnífico, en el tiempo de la misericordia.

“No te condeno”, nos repite Cristo como le dijo a la mujer adúltera. “No te condeno. No mires tu pecado. Fíjate, más bien, en mi corazón amante, que te quiere con locura, que te desea paz y alegría, vida verdadera, misericordia eterna. Que te quiere en casa, en fiesta, como hijo amado”.
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Autor: P. Fernando Pascual LC


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El señor es mi pastor, nada me falta

El Señor es mi pastor, nada me falta
en verdes praderas me hace recostar,
me conduce hacia fuentes tranquilas  y repara mis fuerzas. 
Me guía por el sendero justo,
por el honor de su nombre.
Aunque camine por cañadas oscuras,  nada temo, porque tú vas conmigo:  tu vara y tu cayado me sosiegan. 
Preparas una mesa ante mí, enfrente de mis enemigos;  me unges la cabeza con perfume,  y mi copa rebosa. 
Tu bondad y tu misericordia me acompañan  todos loa días de mi vida,  y habitaré en la casa del Señor  por los años sin término.
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