Ven Señor Jesús

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Señor Jesús, al contemplar

Señor Jesús, al contemplar tu inmenso amor por nosotros,
Y verte en tu Pasión, tan herido y despreciado,
Vengo a darte gracias
porque a a través de tu dolor nos salvaste  y redimiste. 
Necesito pedirte perdón:

Por haber sido tan impaciente conmigo mismo,
contigo y con los demás.
Por desesperarme con las diversas cruces que
he tenido que abrazar.

Por mis intolerancias de querer tener todo de 
inmediato y bajo control.

Por mis enojos al no poder cambiar como me hubiera gustado.
Por mis rebeldías de no aceptarme tal cual soy. 
Ayúdame a aprender con paciencia:

Que el Amor vence al odio,
Que tu misericordia transforma los males en bienes.
Que ningún dolor, ofrecido al Padre junto a los tuyos,
puede quedar estéril.

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Cuando miramos nuestros errores

Cuando miramos nuestros errores y nos damos cuenta las  oportunidades que  hemos dejado atrás, nos quedan dos opciones, quedarnos parados estancados en los recuerdos, en las lamentaciones, encerrados en cuatro paredes o hacer un esfuerzo por mejorar nuestras vidas.
No será fácil y tal vez nos lleve tiempo cambiar el rumbo.
Pero si Dios nos prometió estar  con nosotros en todo momento, ¿por qué no creerle?…

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Paciencia

Tras considerar los frutos del Espíritu Santo que ordenan la mente hacia el bien, veamos aquellos que la llevan a actuar de forma correcta ante la adversidad: la paciencia y la longanimidad. La primera nos hace inalterables ante la inminencia de los males; la segunda, imperturbables por la dilación de los bienes, pues carecer de éstos tiene razón de mal.17

Derivada de la fortaleza, la virtud de la paciencia “inclina a soportar sin tristeza de espíritu ni abatimiento de corazón los padecimientos físicos y morales”.18 Según Santa Catalina de Siena, la paciencia es la “reina que está en la torre de la fortaleza, que vence siempre y nunca es vencida”.19

Es lo que ocurrió con el justo Job quien habiendo perdido sus riquezas, a sus hijos y su salud continuaba glorificando a su Creador con la misma actitud de alma: “El Señor me lo dio y el Señor me lo quitó: ¡bendito sea el nombre del Señor!” (Jb 1, 21).

Cuando el Espíritu Santo produce en nuestras almas ese fruto, nos volvemos conformes a la voluntad de Dios; anhelamos imitar el ejemplo de Jesucristo y de María Santísima en la Pasión; nos compenetramos de la necesidad de reparar nuestros pecados, purificándonos en el crisol del sufrimiento.
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Autor : Flavio Roberto Lorenzato Fugiyama


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Salmo 15

1 Salmo de David. 
Señor, ¿quién se hospedará en tu Carpa?,
¿quién habitará en tu santa Montaña?

2 El que procede rectamente 
y practica la justicia; 
el que dice la verdad de corazón

3 y no calumnia con su lengua. 
El que no hace mal a su prójimo 
ni agravia a su vecino,

4 el que no estima a quien Dios reprueba 
y honra a los que temen al Señor. 
El que no se retracta de lo que juró, 
aunque salga perjudicado;

5 el que no presta su dinero a usura 
ni acepta soborno contra el inocente. El que procede así, nunca vacilará. 
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Y Jesús dice..

Y Jesús dice solemnemente a los débiles y temerosos ante la lucha de cada día contra el mal y contra el maligno: No tengan miedo, yo he vencido al mundo (Jn 16, 33). Y, si Jesús ha vencido al mal y al maligno, nosotros también podemos hacerlo en el nombre de Jesús, pues somos sus representantes y embajadores en este mundo. En mi nombre expulsarán demonios (Mc 16, 17). Por eso, nos dice a cada uno: No tengas miedo, solamente confía en Mí (Mc 5, 36).

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Daniel 3.89

Porque él nos ha arrancado del infierno, nos ha salvado de manos de la muerte, nos ha librado del horno de ardientes llamas y nos ha sacado de en medio de ellas.Den gracias al Señor, porque es bueno, porque su misericordia es eterna, todos los que adoran al Señor, bendigan al Dios de los dioses, alábenlo y reconózcanlo por que su misericordia es eterna.
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El mal y el bien, ¿vienen de Dios?

La historia de Job nos dice que el bien y el mal nos vienen de Dios o con su anuencia. ¿Verdadero o falso?

Todo es querido o permitido por Dios para nuestro bien.

San Pablo certifica que «con los que lo aman, Dios colabora en todo para su bien» (Romanos 8, 28). Añade: «¿Quién nos separará del amor de Cristo? ¿ la tribulación, la angustia, la persecución, el hambre…» (Romanos 8, 35)? Podemos continuar: ¿la miseria, la prueba, la enfermedad, la ruptura del matrimonio?…

Job lo decía: «Si acogemos la felicidad como un don de Dios, ¿cómo no aceptar igualmente la desgracia?» (Job 2, 10).10
Dios sabe mejor que nosotros lo que nos conviene. Confiemos plenamente en él, en la desolación y en el consuelo. En su seguimiento, hay que llevar nuestra cruz de cada día (Lucas 9, 23). Un día será el de la resurrección.

Lo que no significa que Dios haya creado el mal, y mucho menos el pecado. Dios no ha creado el mal; el mal es ausencia del bien. Dios no quiere ni el mal ni el pecado
Pero él nos respeta cuando abusamos de nuestra libertad, lo que es fuente de desgracia; respeta también nuestra naturaleza caída por el pecado, la creación con sus límites y sus cataclismos. Saca el bien del mal.

Del sufrimiento aceptado en unión con los sufrimientos de Cristo nace una gloria eterna. De la muerte surge la vida. Nosotros que creemos en Jesús, confiémonos al Señor en las pruebas e incluso frente a la muerte. Con él, hemos pasado ya de la muerte a la vida (I Juan 3, 14).
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Conoce, medita y responde, Padre Felipe Santos Campaña SDB


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Que se ha de huir la vana esperanza y la soberbia

Vano es el que pone su esperanza en los hombres o en las criaturas. No te avergüences de servir a otros por amor a Jesucristo y parecer pobre en este siglo.

No confíes de ti mismo, sino pon tu esperanza en Dios. Haz lo que puedas, y Dios favorecerá tu buena voluntad. No confíes en tu ciencia ni en la astucia de ningún viviente, sino en la gracia de Dios que ayuda a los humildes y abate a los presumidos.

Si tienes riquezas, no te gloríes en ellas ni en los amigos, aunque sean poderosos, síno en Dios, que todo lo da, y, sobre todo, desea darse a Sí mismo. No te ensalces por la gallardía y hermosura del cuerpo, que con pequeña enfermedad destruye y afea. No te engrías de tu habilidad o ingenio, no sea que desagrades a Dios, de quien es todo bien natural que tuvieres.

No te estimes por mejor que otros, porque no seas quizá tenido por peor delante de Díos, que sabe lo que hay en el hombre. No te ensoberbezcas de tus buenas obras, porque de otra manera son los juicios de Dios que los de los hombres, y a El muchas veces desagrada lo que a ellos contenta. Si tuvieres algo bueno, piensa que son mejores los otros, porque así conservas la humildad. No te daña si te pusieres debajo de todos;

Mas es muy dañoso si te antepones a sólo uno. Continua paz tiene el humilde; mas en el corazón del soberbio hay emulación y saña frecuente.

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Tomás de Kempis -Imitación de Cristo