La historia de Job nos dice que el bien y el mal nos vienen de Dios o con su anuencia. ¿Verdadero o falso?
Todo es querido o permitido por Dios para nuestro bien.
San Pablo certifica que «con los que lo aman, Dios colabora en todo para su bien» (Romanos 8, 28). Añade: «¿Quién nos separará del amor de Cristo? ¿ la tribulación, la angustia, la persecución, el hambre…» (Romanos 8, 35)? Podemos continuar: ¿la miseria, la prueba, la enfermedad, la ruptura del matrimonio?…
Job lo decía: «Si acogemos la felicidad como un don de Dios, ¿cómo no aceptar igualmente la desgracia?» (Job 2, 10).10
Dios sabe mejor que nosotros lo que nos conviene. Confiemos plenamente en él, en la desolación y en el consuelo. En su seguimiento, hay que llevar nuestra cruz de cada día (Lucas 9, 23). Un día será el de la resurrección.
Lo que no significa que Dios haya creado el mal, y mucho menos el pecado. Dios no ha creado el mal; el mal es ausencia del bien. Dios no quiere ni el mal ni el pecado
Pero él nos respeta cuando abusamos de nuestra libertad, lo que es fuente de desgracia; respeta también nuestra naturaleza caída por el pecado, la creación con sus límites y sus cataclismos. Saca el bien del mal.
Del sufrimiento aceptado en unión con los sufrimientos de Cristo nace una gloria eterna. De la muerte surge la vida. Nosotros que creemos en Jesús, confiémonos al Señor en las pruebas e incluso frente a la muerte. Con él, hemos pasado ya de la muerte a la vida (I Juan 3, 14).
Conoce, medita y responde, Padre Felipe Santos Campaña SDB