Ven Señor Jesús

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Jesús te conoce por tu nombre

Jesús te conoce por tu nombre y apellidos y te ama tal como eres.
No necesitas cambiar para que te ame. Por eso, si nadie te quiere, si todos te
rechazan, si eres demasiado anciano o enfermo o pobre o ignorante o
pecador… El te ama y te dice: “Hijo mío, tus pecados te son perdonados”
(Mc 2,5). “No tengas miedo, porque tú eres a mis ojos de gran precio, de
gran estima y yo te amo mucho” (Is 43,4-5). El vino a sanar a los enfermos,
a perdonar a los pecadores, a dar libertad a los oprimidos, a dar amor y
paz a los que tienen destrozado el corazón (Cf Lc 4,18; Is 61,1)

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Del libro: JESÚS EUCARISTÍA, EL AMIGO QUE SIEMPRE TE ESPERA


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Consejos

No digas que no tienes suficiente tiempo. Mira los ojos de la persona con quien hablas. No tengas miedo de decir: no sé! Ten un sueño tras otro y trabaja en realizarlo. Haz pocas cosas pero hazlas bien.

Sé siempre el primero en decir «hola». No dejes que tus posesiones te esclavicen. Agradece, aprecia, reconoce. Sé tú mismo abiertamente. Disfruta de un buen abrazo al día. Invítate a salir de vez en cuando y disfruta de tu propia compañía. Pasa al menos 10 minutos al día en silencio, en paz y serenidad. Haz una buena acción al día. Cuándo hagas una acción mala, perdónate. Siempre hay alguien a quien amar. Búscalo. Cada día haz algo diferente. Aprende a callar, a contemplar y a sorprenderte. Disfruta de tus logros. No seas infiel. Sé honesto y no digas mentiras. Identifica tus dones y vívelos en plenitud. Reconoce qué te pone de malhumor.

Ponte de mal genio sólo cuando valga la pena. De cada adversidad busca qué puedes aprender. Lee más libros y mira menos TV. No busques a quien culpar. Planta un árbol. Educa un hijo. Lee buenos libros. No busques respuestas, busca preguntas, no es suficiente escuchar, aprende a escuchar. Alimenta tu mente con pensamientos y recuerdos agradables. Pregúntate al acostarte: qué aprendí hoy? No le quites la esperanza a alguien. Aprende a hablar y a expresar tus ideas en público.

Reconcíliate con tu pasado y acéptalo como tal. Practica la aceptación y la flexibilidad. Aprende a empatizar, a estar con el otro. Vive ya las historias que contarás a tus nietos. Levántate pronto y agradece el nuevo día. Regala rosas con frecuencia. Da a la gente más de lo que espera. Ama tu trabajo y con quien lo haces. Disfruta los momentos de soledad. No esperes que el dinero te traiga felicidad. Perdona. Perdona. No cargues con resentimientos. Lo que pasó, pasó. Ten siempre presente por qué viniste a este mundo.

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autor: Eduardo Martí F.

del libro de Felipe Santos, Salesiano

 


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El que se ama a sí mismo, se pierde

Juan 12, 24-26

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: Os aseguro que si el grano de trigo no cae en tierra y muere, queda infecundo; pero si muere, da mucho fruto. El que se ama a sí mismo, se pierde, y el que se aborrece a sí mismo en este mundo, se guardará para la vida eterna. El que quiera servirme, que me siga, y donde esté yo, allí también estará mi servidor; a quien me sirva, el Padre lo premiará.

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Escogiendo mi cruz

Cuentan que un hombre un día le dijo a Jesús:

– «Señor: ya estoy cansado de llevar la misma cruz en mi hombro, es muy pesada y muy grande para mi estatura».

Jesús amablemente le dijo:
– «Si crees que es mucho para ti, entra en ese cuarto y elige la cruz que más se adapte a ti»

El hombre entró y vio una cruz pequeña, pero muy pesada que se le encajaba en el hombro y le lastimaba, buscó otra pero era muy grande y muy liviana y le hacía estorbo, tomó otra pero era de un material que raspaba, buscó otra, y otra, y otra…. hasta que llegó a una que sintió que se adaptaba a él. Salió muy contento y dijo:

– «Señor, he encontrado la que más se adapta a mi, muchas gracias por el cambio que me permitiste».

Jesús le mira sonriendo y le dice:
– «No tienes nada que agradecer, has tomado exactamente la misma cruz que traías, tu nombre está inscrito en ella. Mi Padre no permite más de lo que no puedas soportar porque te ama y tiene un plan perfecto para tu vida»

Muchas veces nos quejamos por las dificultades que hay en nuestra vida y hasta cuestionamos la voluntad de Dios, pero El permite lo que nos suceda porque es para nuestro bien y algo nos enseña a través de eso. Dios no nos da nada más grande de lo que no podamos soportar, y recordemos que después de la tormenta viene la calma y un día esplendoroso en el que vemos la Gloria de Dios.

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La experiencia de la oración

La experiencia de la oración se parece a la de la amistad. En los comienzos, sientes la necesidad de comunicar a tu amigo muchos pensamientos y sentimientos y, poco a poco, las palabras disminuyen para mantenerte en un profundo silencio ante el otro. Lo mismo sucede en la oración;: a medida que avanzas, el silencio va adquiriendo más tiempo e importancia que las palabras. Todo tiene lugar en un más allá de las palabras y te basta una breve palabra de la Escritura para alimentar toda tu oración.

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Autor: Jean Lafrance |