Ven Señor Jesús

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salmo 146-145

alabanza a dios, defensor de los oprimidos

1 ¡Aleluya!
¡Alaba al Señor, alma mía!

2 Alabaré al Señor toda mi vida;
mientras yo exista, cantaré al Señor.

3 No confíen en los poderosos,
en simples mortales, que no pueden salvar:
4 cuando expiran, vuelven al polvo,
y entonces se esfuman sus proyectos.

5 Feliz el que se apoya en el Dios de Jacob
y pone su esperanza en el Señor, su Dios:
6 él hizo el cielo y la tierra,
el mar y todo lo que hay en ellos.

Él mantiene su fidelidad para siempre,
7 hace justicia a los oprimidos
y da pan a los hambrientos.

El Señor libera a los cautivos,
8 abre los ojos de los ciegos
y endereza a los que están encorvados.

9 El Señor protege a los extranjeros
y sustenta al huérfano y a la viuda;
8c el Señor ama a los justos
y entorpece el camino de los malvados.

10 El Señor reina eternamente,
reina tu Dios, Sión,
a lo largo de las generaciones.

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Oración Por La Familia (Juan Pablo II)

Oh Dios, de quien procede toda paternidad en el cielo y en la tierra, Padre, que eres Amor y Vida, haz que en cada familia humana sobre la tierra se convierta, por medio de tu Hijo, Jesucristo, «nacido de Mujer», y del Espíritu Santo, fuente de caridad divina, en verdadero santuario de la vida y del amor para las generaciones porque siempre se renuevan.

Haz que tu gracia guíe a los pensamientos y las obras de los esposos hacia el bien de sus familias y de todas las familias del mundo.

Haz que las jóvenes generaciones encuentren en la familia un fuerte apoyo para su humanidad y su crecimiento en la verdad y en el amor.

Haz que el amor, corroborado por la gracia del sacramento del matrimonio, se demuestre más fuerte que cualquier debilidad y cualquier crisis, por las que a veces pasan nuestras familias.

Haz finalmente, te lo pedimos por intercesión de la Sagrada Familia de Nazaret, que la Iglesia en todas las naciones de la tierra pueda cumplir fructíferamente su misión en la familia y por medio de la familia.

Tú, que eres la Vida, la Verdad y El Amor, en la unidad del Hijo y del Espíritu santo.

Amén!
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para un amigo:jose Silva mejia


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Con Jesús

La debilidad es fuerza.
La pobreza es riqueza.
La estrechez es holgura.
El dolor es remedio.
El sufrimiento es alivio.
El silencio es testimonio.
La derrota es victoria.
La humillación es superación.
La persecución es gloria.
La guerra externa es paz interior.
El hambre es alimento.
La sed es bienestar.
El trabajo es descanso.
Las tinieblas son luz.
El castigo es recompensa.
El infierno es cielo.
La muerte es vida.

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Necesidad que el hombre tiene de la gracia

La gracia es necesaria al hombre para todos los actos sobrenaturales; pues, como dijo Jesucristo: «Sin Mí no podéis hacer nada» (San Juan, XV, 5); y San Pablo: «No somos capaces de formar por nosotros mismos ni un buen pensamiento: sólo Dios es quien nos da este poder» (II Corint. III, 5); y el Concilio de Trento: «Sin la gracia de Jesucristo, el hombre no podría ser justificado por las obras que ejecuta ayudado de sus fuerzas naturales. La gracia divina no se le concede sólo como un auxilio útil, sino como un socorro necesario. Sin la ayuda del Espíritu Santo, el hombre no podría creer, esperar, amar, arrepentirse, como es necesario, para merecer la santificación» (Ses. VI, can. 1-3).

Pero si la gracia es necesaria para las operaciones sobrenaturales del alma, Dios, en su misericordia, concede a todos los hombres los auxilios que necesitan para obtener su fin: y, como dice el Concilio de Trento: «Dios no ordena imposibles, pero cuando manda nos advierte al mismo tiempo que hagamos lo que podemos y que pidamos lo que no podemos y Él nos ayuda a poder» (Ses. VI, cap. 11). Ya antes había dicho San Pablo: «Dios quiere que todos los hombres se salven y lleguen al conocimiento de la verdad»(I Tim. II, 4).

Por consiguiente, Dios jamás niega las gracias necesarias a los justos para cumplir sus mandamientos; ni a los pecadores, por ciegos y endurecidos que estén en la maldad, para arrepentirse y salir del estado de culpa; ni a los infieles, aun a aquellos que no tienen ningún conocimiento de la fe, para salir de su infidelidad.

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Virgen de Guadalupe

Gracias Virgen de Guadalupe por esta oportunidad que me das para seguir con mis metas, con mis sueños, gracias por todo lo que a mi familia y a las personas que entran a este blog, les otorgas, sinceramente tu bien sabes que no ha sido fácil, a veces ya no veo para donde dirigirme, y mucho menos si es el camino adecuado, por eso pongo en tus manos mi vida, mis anelos, pero sobre todo, te pido amor, paz, y sobre todo paciencia, a mi y a todos que nos visitan de muchas partes del mundo

Hoy es tu día, y sabes que somos muchos, que te cantamos, y te rezamos, escucha nuestras oraciones, conforta nuestras caídas, tranquiliza nuestros corazones, tu sabes como me siento, y en ti confió

 


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Jesús manso y humilde de corazón

Mateo 11, 28-30
En aquel tiempo Jesús dijo: «Vengan a mí todos los que están fatigados y agobiados, y yo les daré alivio. Tomen mi yugo sobre ustedes y aprendan de mí, que soy manso y humilde de corazón, y encontrarán descanso, porque mi yugo es suave y mi carga ligera».

Reflexión

En la sociedad agrícola de la época de Jesús, la terminología propia de la gente del campo tiene su importancia. El «yugo» es el instrumento de madera con el cual se sujetan el par de bueyes o mulas para tirar del arado o del carro. Jesús lo usa como una imagen que evoca la vida misma del hombre con sus afanes y responsabilidades. Porque todo hombre debe soportar una «carga» más o menos pesada y nadie está exento de ella.

Por eso, bien visto, el «yugo» que Jesucristo nos ofrece tiene sus ventajas. Quizás no siempre sabemos apreciarlas: pero, ¿por qué no lo buscamos más a menudo?

Con Jesucristo las cargas y responsabilidades de la vida se hacen livianas, o sea, «light». Vivimos en una sociedad en donde hasta los dulces de Navidad se venden con la etiqueta de «light». Dicen que lo ligero es mejor, quizás más sano, aunque no siempre.

En el caso de nuestra vida cristiana, seríamos un poco necios si no prestáramos atención a esta invitación. Jesús quiere hacernos «liviana» nuestra carga. Y una vez más, si tenemos oídos no podemos dejar de atender: «Venid a mí… yo os daré descanso (…) porque mi yugo es suave y mi carga ligera». No podemos con las cargas de la vida sin Jesucristo, y de esto nos debemos convencer.

«Si conocieras el don de Dios, (…) tú le habrías pedido a Él…» (Jn 4, 10). Algo así, nos podría decir Jesucristo a cada uno cuando conociéndole no acudimos a Él. Porque todos experimentamos el cansancio en la lucha. Todos necesitamos la comprensión y el consuelo de los demás, en la familia, con mi esposo o esposa, con mis hijos y demás familiares y amigos. Pero aún más necesitamos a Dios, sobre todo cuando nos falta lo anterior.

Su acción (si le dejamos), es tan fuerte, que actúa de bálsamo, de calmante, de medicina, que al mismo tiempo sana y vigoriza. Su presencia relativiza los problemas de cada día que nos pueden quitar la paz. Los coloca en su justo lugar para mirar al futuro con optimismo y esperanza. Sólo Él nos llena de la tranquilidad interior. ¿Acaso no estamos necesitados más que nunca hoy de esa serenidad?

Autor: P Juan Pablo Menéndez


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Reflexión: Un corazón libre

Un corazón libre es la mejor compañía para un alma en paz. Un corazón libre es aquel que no se aferra a su propio modo de hacer las cosas, que no se impacienta cuando las cosas no suceden como quiere.

Un corazón libre sabrá seguramente gozar de los consuelos espirituales pero no depende de ellos; y aceptará, al máximo de su capacidad, los problemas que se le presenten en lugar de los consuelos.

Un corazón libre no se ata tanto a planes y modos de orar, como para que cualquier cambio lo turbe y le cause ansiedad. Un corazón libre no se apega a lo que él puede controlar.

Un corazón libre ruega a Dios que su nombre sea santificado, que venga Su Reino, que se haga Su Voluntad así en la tierra como en el cielo.

Porque si el nombre de Dios es santificado, si viene a nosotros Su Reino, si se hace Su Voluntad, un espíritu libre no necesita interesarse por ninguna otra cosa.