Ven Señor Jesús

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“No te condeno”

Es entonces cuando miramos a Dios y le decimos: “aparta de mi pecado tu vista”. Pero también es cuando Dios nos quisiera decir: “si ya te he perdonado, si ya te he dicho lo mucho que te quiero. ¿Por qué sufres, por qué abres la herida, por qué estás tanto tiempo recordando algo que Yo he olvidado? Te quiero mucho, no lo olvides. Recuerda que soy Dios y Padre, que amo a cada uno de mis hijos”.

Sí, tenemos que abrir el corazón para escuchar, serenamente, con alegría, que Dios no lleva un registro indeleble en el que fije para siempre nuestras faltas. El pasado ha quedado atrás, como pasado, y no debe atarnos ni impedir el inicio de nuevos vuelos. Vivimos en un presente magnífico, en el tiempo de la misericordia.

“No te condeno”, nos repite Cristo como le dijo a la mujer adúltera. “No te condeno. No mires tu pecado. Fíjate, más bien, en mi corazón amante, que te quiere con locura, que te desea paz y alegría, vida verdadera, misericordia eterna. Que te quiere en casa, en fiesta, como hijo amado”.
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Autor: P. Fernando Pascual LC


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Tened pues paciencia

Tened, pues, paciencia, hermanos, hasta la Venida del Señor. Mirad: el labrador espera el fruto precioso de la tierra aguardándolo con paciencia hasta recibir las lluvias tempranas y tardías.
Tened también vosotros paciencia; fortaleced vuestros corazones porque la Venida del Señor está cerca.
Epístola de Santiago 5:7

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Si no tengo caridad

Si no tengo caridad —dice también el apóstol— “nada soy…”. Y todo lo que es privilegio, servicio, virtud misma… si no tengo caridad, “nada me aprovecha” (1 Co 13, 1-4). La caridad es superior a todas las virtudes. Es la primera de las virtudes teologales: “Ahora subsisten la fe, la esperanza y la caridad, estas tres. Pero la mayor de todas ellas es la caridad” (1 Co 13,13).
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El señor es mi pastor, nada me falta

El Señor es mi pastor, nada me falta
en verdes praderas me hace recostar,
me conduce hacia fuentes tranquilas  y repara mis fuerzas. 
Me guía por el sendero justo,
por el honor de su nombre.
Aunque camine por cañadas oscuras,  nada temo, porque tú vas conmigo:  tu vara y tu cayado me sosiegan. 
Preparas una mesa ante mí, enfrente de mis enemigos;  me unges la cabeza con perfume,  y mi copa rebosa. 
Tu bondad y tu misericordia me acompañan  todos loa días de mi vida,  y habitaré en la casa del Señor  por los años sin término.
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